EMEPEA - Painé Nocetti.

Del río Paraná nació una luna menguante, amarillenta, casi palpable, como indicio de que la decimotercera edición del Encuentro Nacional de Músicos de Rosario se estaba despidiendo. El último de los conciertos abrazó la tarde del domingo a la ribera del río y regaló a los presentes un momento de común-unión con los artistas.

Fue una intensa semana para quienes recorrieron los salones del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, donde se dictaron los talleres de formación para músicos y bailarines, también para los que se mudaron de teatro en teatro para no perderse ninguna de las citas. Si bien los conciertos podrían haberse realizado en una misma locación todas las noches, el recorrido que se establece por la ciudad lo hizo atractivo: Plataforma Lavardén, El Centro Cultural Parque de España y el Galpón de la música albergaron en sus auditorios esta edición.

Uno de los fundamentos de este encuentro tiene que ver con el lugar necesario de la música en la historia de los pueblos, en la construcción de una identidad y una cultura de referencia, en la estructura de sus sentimientos, pensamiento y vivencias. Es por esto mismo que prima el intercambio, el diálogo y la construcción de puentes constantes, entre docentes y alumnos, entre colegas, entre desconocidos que luego de haber hecho un taller se juntan a tocar una zamba, una vidala o un bailecito en las escaleras del Fontanarrosa.

Hacia una escuela de música popular

Los talleres forman parte protagónica del Encuentro de Rosario, porque convocan a alumnos de todo el país, porque generan un punto de contacto entre los que ya vienen caminando de hace tiempo y los que van comenzando ese camino de infinitas llegadas. Este año además se desarrollaron bajo la atenta mirada de los granes artistas fotografiados por Eduardo Fisicaro, quien instaló para la ocasión la muestra Vibraciones en hall del centro cultural. Desde poetas a cantores, desde pintores hasta bailarines fueron captados por el ojo atento de su cámara lúcida.

Maestros como Jorge Fandermole, Rudi Flores y Ernesto Méndez, Juan Saavedra, Néstor Gómez y Juancho Perone, Marcelo Stenta, Facundo Guevara o Myriam Cubelos, por nombrar algunos cuantos, fueron generando espacios intimistas de intercambio con sus alumnos.

La importancia de estas clases tiene como horizonte la posibilidad de que en algún momento, en esta ciudad de Rosario tan cosmopolita, tan musical, exista una escuela de música popular que trabaje todo el año en la formación de intérpretes, compositores e instrumentistas abocados a esta búsqueda constante que es la identidad cultural y musical argentina y latinoamericana.

Algunos de los talleres dieron muestra de lo trabajado en el ciclo de conciertos. Como el de arreglos vocales, dictado por Ale Dolina y Marcos Lozano, o el ensamble de guitarras que, con la dirección de Marcelo Stenta, mostró dos días de trabajo colectivo con música de Ramón Ayala y de Chacho Müller brillando en una veintena de guitarras. El viernes 19 de agosto hicieron lo propio el ensamble vocal con la dirección de Roberto Calvo – y el bajo de Juan Concilio-.

Pero sin dudas el momento emocionante fue el del ensamble instrumental, dirigido por Lilián Saba, que en esta edición celebró una década en los talleres del Encuentro. Saba agradeció la existencia de este espacio, resaltando la presencia entre los alumnos de un grupo de nóveles violinistas que forman parte de las orquestas barriales de la ciudad. Puso énfasis en la importancia de la música y de la cultura en la formación de la ciudadanía, en lo imprescindibles que resultan estos espacios para la construcción de un mundo más justo.

Por qué cantamos

Saliendo del centro cultural que albergó a los talleres estos días y subiendo dos cuadras por calle Sarmiento aparece Plataforma Lavardén, el viejo edificio de la Federación Agraria Argentina, un espacio fundado con el objetivo fomentar el cooperativismo y el mutualismo rural, hoy punto de encuentro de múltiples expresiones culturales de la ciudad y portador de uno de los más bonitos teatros auditorios de la región: el Eva Perón. Allí comenzó la magia del encuentro, con una edición especial del programa radial Sueñero en vivo, conducido por Marcelo Nocetti, con Bruno Arias como invitado. El jujeño, que al día siguiente sería el protagonista de la primera noche de concierto, compartió con los presentes algunas historias y un puñadito de canciones.

Graciela Sansone, una potente voz rosarina, y el cuarteto femenino Flores Negras, también fueron parte de la programación. Bruno Arias subió al escenario con su guitarra y en el transcurso de su presentación empezó a sumar cómplices al embate: Jory Balbuena en vientos, Hernán Flores en bajo, el cuarteto vocal Karê, Juancho Perone, Jonatan Szer y Facundo Guevara en la percusión. La noche cerró entonces con un seleccionado de músicos sobre el escenario y con la esencia misma de estos espacios, la idea de cruzar caminos, experiencias, sabores, colores, sonidos que antes no se habían mirado a los ojos.

El recuerdo de Nini Flores

Rudi Flores y Ernesto Méndez se dieron cita con un público que los estaba esperando ansiosamente. Era ineludible la referencia a Nini, a su partida, pero también a su música y al lamento de Rudi de no haber podido aceptar la invitación junto a su hermano a ninguna de las ediciones de este encuentro de Rosario.

El tango formó parte por primera vez del ENM: el dúo Fain Mantega y los locales de la Orquesta Utópica, junto a las ya mencionadas Flores Negras, abrieron la puerta para la música ciudadana en este encuentro.

Pasó también un guitarrista exquisito que jugaba de local, Martín Neri, nuestro poeta de ríos vivos Jorge Fandermole y la vuelta de Teresa Parodi a estos escenarios, recibida con aplausos infinitos de un teatro lleno. “Aprender la lección de la historia debe ser no perder la memoria, nunca más” sentenció Teresa. Su repertorio la devuelve por un rato a sus orígenes como cantora: Florentina, Tarumba y una emocionante interpretación de su ya clásico El otro país, entre otras canciones.

Mientras no pare el río

Fue un encuentro donde los vientos nuevos y jóvenes soplaron fuerte. Analuz Blanco que con su canto nos invitó a recorrer imaginariamente el río en una canoa junto al Chacho Müller, al Zurdo Martínez o a Ramón Ayala. El dúo El Cielito, Cañaveral, la MusiMedios Big Band, que eligió interpretar arreglos del Chango Farías Gómez para luego dar lugar a la dirección del maestro Castiñeira de Dios, Mil puentes de Bahía Blanca, el trío Dos Más Uno con una hermosa versión de Diamante o Santiago Arias con su bandoneón jujeño y una dedicatoria a Nini Flores, son la clara muestra de la continuidad de estas expresiones populares. De que pisando fuerte en nuestra historia musical como pueblo que canta, con la voz puesta en el presente estamos mirando hacia el futuro. Y de queJuancho Perone, como dice Fander: “mientras no pare el río, se intentará”.

Liliana Herrero y Lilián Saba se encuentran en el escenario, el silencio y el respeto las recibe desde la platea, el olor a río llega, porque está cerquita. Invitan compositores a la mesa, dialogan. Piano y voz y nos llevan a recorrer los pasajes del tiempo y la memoria. Liliana canta junto al público y echa al viento un deseo: “Vamos a volver, pero mejores de lo que fuimos”. Los dúos del sábado nos endulzaron a todos: Chiqui Ledesma y Marcos di Paolo y Mario Díaz junto a Valeria Arnal, cerraron cantando en el proscenio del escenario sin enchufes ni cables, a viva voz.

Volviendo a la tarde del domingo 21 de agosto, donde la luna menguaba junto con el encuentro, una iluminada Myriam Cubelos nos traía Abrazos, puñaditos de su último disco, grabado en vivo con una selección exquisita de músicos que fue disfrutada y elogiada por los presentes. El cierre era un lujo, una oncena de maestros de la música despediría los días de encuentro, la orquesta de cámara los Amigos del Chango se adueñaba del auditorio, con Juancho Perone al bombo compartiendo y repartiendo el espíritu de Farías Gómez.

Quedan sonando en el aire palabras, deseos, canciones, acordes. Quedan soplando vientos que esperanzan. Quedan dando vueltas en medio de la nostalgia por lo que termina, lo aprendido, lo enseñado y lo que está por venir.

Gratifica ver que hay un punto de encuentro entre lo innovador y lo tradicional, entre lo que sucede dentro de las academias y el afuera, entre las distintas generaciones. Sin dudas el Encuentro Nacional de Músicos de Rosario marca un punto de referencia para otros encuentros, en otros paisajes, con otras realidades